Hace tiempo escribí un pequeño cuento, no demasiado bueno, que a pocas personas dejé leer. Como hoy no me siento con ganas de contar algo que tenga un mero interés, aquí va:
Era viernes, aproximadamente las 8:30, y como todos los días tenía que levantarme para ir a trabajar. Ese continuo y monótono quehacer de las mismas cosas cada mañana era deprimente y la única forma de soportarlo era no pensar en ello, así que puse la música bastante fuerte y me pegué una buena ducha.
Tras salir, me vestí más rápido que de costumbre, o es lo que me pareció porque ya empezaba a divagar con lo que pasaría esta noche, y comencé a desayunar.
Me fui al trabajo y aguanté como pude hasta la hora del almuerzo. Esta vida era insoportable. Aburrida, inalterable. Me parecía como si estuviera encerrada en una cárcel, y los barrotes fueran el trabajo en el piso, y las paredes de esa cárcel las personas a las que veía todos los putos días. Pero era viernes y tras unas horas de esa mierda de trabajo que tenía, podría ser libre, y volar con la única persona que podría rescatarme.
Eran las 8:00 y pensé que hoy no tenía ganas de levantarme, que iba a quedarme a dormir y que se fuera a la mierda el trabajo. Pero claro, era lo que pensaba todas las mañanas.¿A quién iba a engañar?¿A mí mismo? Sabía que me iba a levantar, y mientras seguía pensando qué hacer, ya estaba desayunando. Algunas veces no soportaba que mi cuerpo fuera por delante de mi mente, aunque claro, es lo que ocurre con la rutina, cuando haces todos los días lo mismo. Pero hoy eso no iba a amargarme.
Era viernes y esta noche iba a ir a ver a mi chica, la única persona por la que merecía la pena mi existencia.
Tras el trabajo me visitó un amigo, de esos que no sabes como es amigo tuyo o cómo puedes aguantarlo, pero bueno, tiene que haber de todo en el mundo. Este amigo era un camello de poca monta, de los que venden de vez en cuando algo a algunos ‘amigos’. Pero poca cosa y a poca gente. A mí me había pasado un par de veces algunas pastillas, pero éramos amigos desde antes que empezara con eso.
Esa tarde vino y me dijo que le habían pasado alo nuevo, unas nuevas pastillitas llamadas ‘Draco’, que eran según él, alucinantes, en el doble sentido de la palabra.
Yo pasaba de probar drogas nuevas, pero hacía un par de semanas le salvé de un par de tipos dejándole pasta y me las quería dar de agradecimiento. Se puso tan pesado que al final me las guardé y nos fuimos a tomar algo. Pensé que, bueno, esta noche iba a ver a María, y bueno, algo más de ‘química’ no estaría mal..
Jose llegó a las 21:00, y yo le estaba esperando mientras hablaba con una amiga por teléfono. Se acercó y me dijo: ‘Princesa, ¿nos vamos?’. Cuando me decía eso me dejaba totalmente ensimismada, era suya completamente. Tras tontear un rato en el sofá salimos y fuimos a la discoteca donde habíamos quedado con la peña. Esta noche presentía que iba a ser inolvidable.
Tras encontrarnos con los amigos empezamos a beber y a bailar como locos. La verdad es que ninguno sabía bailar, pero que mas daba, nos lo pasábamos en grande haciendo el tonto y pegando saltos.
Habían pasado un par de horas desde que llegamos cuando me acordé de las pastillas. Agarré a María de la cintura y nos fuimos a la otra esquina de la discoteca. Claro está, nuestros amigos pensaron que nos íbamos a dar el lote.
Al principio, cuando me enseñó las pastillas me dieron ganas de matarlo. Otra vez había estado con Dani, ese camello desgraciado. Ya habíamos tomado pastillas un par de veces, pero la verdad es que a mi no me sentaban muy bien, y probar pastillas nuevas no me agradaba mucho.
Jose insistió. Estaba poco animado esa noche, y cuando empezó con los mimos me convenció. Nos las tragamos y volvimos con el grupo.
Eran las 4:17 y todo me daba vueltas. Me habían sentado regular otras veces las pastillas, pero no como ahora. Las paranoias que venían a mi mente era como si se fundieran con el cuerpo y me quemara por dentro. Era un mareo, un vértigo y un malestar que no había sentido nunca. Mi único consuelo, mientras me retorcía de dolor en el baño de la discoteca, era que a María no parecía haberle sentado mal. A ella le pegó el subidón hacía una hora y después, simplemente se quedó más relajada. Yo llevaba ya 25 minutos sin poder moverme de allí.
Pasaron otros cinco minutos antes de que uno de mis amigos entrase y me viera. El muy cabrón empezó a reírse y se fue hacia fuera. Pasaron otro par de minutos y entró con dos amigos más, ya sin reírse y con una cara de cabreo impresionante. María le había contado lo de las pastillas. Me levantaron y me llevaron fuera, y tras ver que no mejoraba y que me empezaron a dar escalofríos y temblores por todo el cuerpo, me llevaron al hospital. De camino me quedé dormido y no recuerdo más.
No podía creerlo. Llevábamos 40 minutos esperando en el hospital cuando salío ese doctor y me dijo que Jose había muerto. ¡Muerto! Me explicó con palabras técnicas que era una droga muy fuerte y que mezclada con alcohol el resultado era explosivo. ¡Yo había tomado también!, pero a mí no me afectó igual. El médico achacó eso a la cantidad de alcohol que había bebido, sólo un par de copas en toda la noche, y a que no estaba bebiendo cuando tomé las pastillas.
El mundo se me vino encima. ¿Por qué se había ido y no me había llevado con él?¿Cómo soportar mi vida sin Jose, si él era lo único que me hacía levantarme por las mañanas? Pensé en suicidarme. Lo pensé mucho, pero sólo eso. Todavía hoy, tras 3 meses sigo pensando que no tengo nada sin él. Estoy en una cárcel que es mi vida, y el único que podía rescatarme ha muerto, y mi esperanza con él. Algunas veces pienso que debería tomarme un puñado de esas pastillas que se lo llevaron, pero sería un castigo muy rápido. Merezco sufrir por no saber decir que no, por ser una cría inconsciente. Yo tuve parte de culpa en su muerte y por eso debo seguir con esta mierda de vida, hasta que llegue lo que deba llegar.
La belleza de la dama
palideció con el estruendo
y la furia del encuentro
de la cadena con la espada.
Pero ésta no cedió
y permaneció en su exilio
con la custodia del dolor
tras la muerte del caballero
por el furor del dragón.
(Lógicamente hoy no hay porcentaje de verdad)