viernes, noviembre 18, 2005

Un día extraño

Hoy tampoco tengo demasiadas ganas de escribir nada en especial, así que he sacado del baúl de las historietas antiguas una, que aunque no sea nada del otro mundo, en su momento me gustó bastante escribirla:

Un día extraño

Me desperté como cada mañana, cansado y sin ganas de ir a la universidad, decidiendo si me levantaba o apagaba el despertador y dormía 10 minutos más. Me quedé mirando fijamente el techo de mi cuarto sin poder apartar la vista. Algo me impedía apartar la mirada, y, de repente, de un salto me levanté.
Empecé a hacer las cosas de todos los días, con una desgana cada vez más inminente me lavé la cara, me vestí, desayuné, y todo esto de una forma mecánica, casi sin quererlo estaba listo para irme. Pensé que es raro ese estado en el que haces todo de forma tan rutinaria que no te das cuenta ni que las has hecho. Tras volver de esos pensamientos casi filosóficos decidí que era temprano, puse la tele y … ¡me desperté en la cama!. Me paralizó el recuerdo de todo lo que había hecho, ¿era un sueño, o me había levantado?. Miré el reloj y no había tiempo para darle vueltas al asunto. Volví a hacer lo mismo que antes, pero ahora con el temor de seguir durmiendo.
Cuando estaba a punto de irme eché un vistazo a la tele y no fui capaz de encenderla, estaba allí, apagada, esperando ¿despertarme o simplemente encenderse?.
Todavía estaba pensando eso cuando me encontré en la calle, caminando como un sonámbulo por las calles sucias por pipas y papeles de los críos la tarde antes. Me subí al coche de Alm. y sin enterarme estábamos ya en clase.
Empecé a mosquearme, ¿me había quedado dormido al venir o qué?. No me atreví a preguntárselo a los otros, por lo que seguí dándole vueltas al asunto y nuevo sin coscarme empezó la clase.
Es raro, todo el día se me estaba pasando sin darme cuenta y las clases se me estaban haciendo larguísimas. Cosa, que si se piensa le pasa a cualquier universitario, incluso a mí, pero no así, no como hoy.

Tras un largo divagueo me encontré en el ciberbar, delante de aquellas odiosas máquinas y pensando el por qué de esta mañana así. Metí las monedas en la máquina, apreté los números y ¡me encontré en mi casa!. El tiempo se volvía loco o era yo.¿Qué coño estaba pasando?.

No entendía nada, pero empecé a sospechar que ocurría algo con las máquinas, cada vez que hacía funcionar una, el tiempo se volvía loco, ¿ pero si esto era verdad por qué unas veces retrocedía y otras avanzaba? No encontré respuesta a esa pregunta, y decidí arriesgarme otra vez con la tele, aunque algo en mi interior me decía que no.

Llegué a su lado y me quedé absorto mientras observaba la luz roja que denotaba que la tele estaba “en letargo”, esperando a que alguien pulsara el mando. Fijé mi mirada y apreté el botón. Pero no pasó nada, por lo menos es lo que creí al principio, porque de nuevo estaba delante de la tele, pero ésta estaba apagada y el reloj apuntaba un minuto antes. Volvía a oír esa voz que me decía que no encendiera la tele, aunque era mucho más fuerte y se repetía continuamente, llegó un momento en que mi cabeza parecía estallar. Tras el estruendo de la voz oí algo muy estraño: “ Solucionar problema de dirup… parefrontal….aumento de …entación compunt…., activado borrado de suce…”.


Me levanté como cada mañana para ir a la universidad, apagué el despertador y salté de la cama, me asombré a mi mismo, no creía que tuviera tantas ganas de ir. Empecé a hacer las cosas rutinarias y me encontré contento y despreocupado, no entendía por qué, ya que los exámenes se acercaban, pero la vida no son exámenes, es lo que uno disfrute de ella.
Si te dejan

martes, noviembre 15, 2005

Improvisar

Hace un rato estuve leyendo el blog de un amigo mío y me han entrado ganas de escribir, nada en concreto, voy inventando sobre la marcha y ya está. Eso es algo de lo que me sentía orgulloso de pequeño, cuando llegaba tarde a mi casa o estaba castigado con algo, a la hora de ponerme delante de mis padres nunca pensaba escusas o mentiras, siempre me decía:
- Cuando esté delante de ellos, ya se me ocurrirá algo.
Y es verdad, siempre me salía algo coherente, a una velocidad vertiginosa y siempre me sorprendía a mi mismo de las respuestas que daba.
Vamos a ver, no es que sea un mentiroso, creo que ya no miento 'casi' nunca, pero cuando eres pequeño resulta muy fácil salirte de las normas y tienes que salir de algún modo.
Me acuerdo cuando terminaba mi torrente imaginativo delante de mis padres y me miraban como con cara de ... no se, pero yo creia que se decían a ellos mismos, tiene que ser verdad, no puede inventarse nada como eso. Con todo siempre es bueno tener amigos que te cubran la espalda, cosa que te salva de más de un aprieto y además te conceden más credibilidad para la siguiente vez. Porque tras llamar a tu amigo y preguntarle, y él sin ninguna duda responder que si, que estabamos con la bici por ahí o que hemos estado en casa de tal o cual, tu padre cuelga el teléfono y te mira con cara de 'hoy te has librado pero la próxima', si, la próxima, pero la siguiente vez también él se pensará si llamar o no y ahí está la gran victoria. Poquito a poco se irán creyendo lo que sea (hasta cierto punto claro).
Bueno, esto no es ninguna apología sobre como mentir ni que sea bueno hacerlo, que conste que no me caen muy bien los hipócritas, simplemente que algunas veces es mejor dejarse llevar, no planear ni pensar y actuar según ocurran las cosas.
Porque ¿a quién no le ha pasado que salga un día de marcha sin muchas ganas, sin planear nada y que resulte una de esas noches que no olvidas en tu vida de lo bien que te lo has pasado?
Espero que todos tengan una noche de esas y si no.... si quieren les presto una.


(Porcentaje de verdad. 98%)

jueves, noviembre 10, 2005

TELECOR: Capítulo 1



Os voy a contar la historia real de la cual se han sacado mogollón de famosas historias, como pulgarcito, el enano saltarín, la bella y la bestia, el lobo y los tres cerditos, el flautista de Amelín Tom Raider, y un largo etcétera.

Comenzamos esta historia en un mundo de fantasía y terror, donde la realidad es un espejismo y hay seres que controlan con su magia hasta el mismo sol, nos referimos claro está a ‘’Telecor’’, el país donde existen multitud de seres horripilantes ( la mayoria machos, aunque las hembras suelen ser más horripilantes todavía, ‘para que nos vamos a engañar’).

Nuestro relato comienza con ‘Puertecito’, un ser pequeño e insignificante pero con unas ansias de gloria y poder sin límites (se sospecha q es por un grabe complejo Psicológico de ….. uhmmm como decirlo… ‘eso’ chico vamos). Puertecito andaba un día paseando por los senderos de payasolandia, su lugar favorito, cuando un rayo cayó delante suya y se le apareció el gran mago malvado ‘Camachón’ y éste, con una voz tan fría y tenebrosa que se te suben los huevos a la nuca le dijo:

-Soy el todopoderos hijo de p….., no, digo, soy el todopoderoso cabr……,no eso tampoco.- Tenemos que recordar que la gran edad del mago lo tenía bastante chocho-. Bueno es igual, soy un gran mago y a partir de ahora tu serás mi concubin…..,digo mi discípulo en los largos y solitarios conocimientos de la magia antigua, la conocida ‘electromierfourcito transformado’. La más poderosa para dominar a las simples criaturas que pueblan los distintos mundos. (Aquí el mago no le dijo que el precio por estudiar tan poderosa magia era la conocida enfermedad ‘pajitis aguda’ ya que ese conocimiento creaba a tu alrededor una especie de aura que ahuyentaba a las criaturas hembras y te transformaba poco a poco en lo que vulgarmente se denomina: Albondiga salida.

Ante esta aparición, nuestro singular ser, se arrodilló y le dio muestras de su lealtad eterna a la manera de ‘sigue sigue, ya te aviso yo’.


(No se si habrá más capítulos, pero me pareció divertido)

martes, noviembre 08, 2005

Princesa

Hace tiempo escribí un pequeño cuento, no demasiado bueno, que a pocas personas dejé leer. Como hoy no me siento con ganas de contar algo que tenga un mero interés, aquí va:

Era viernes, aproximadamente las 8:30, y como todos los días tenía que levantarme para ir a trabajar. Ese continuo y monótono quehacer de las mismas cosas cada mañana era deprimente y la única forma de soportarlo era no pensar en ello, así que puse la música bastante fuerte y me pegué una buena ducha.

Tras salir, me vestí más rápido que de costumbre, o es lo que me pareció porque ya empezaba a divagar con lo que pasaría esta noche, y comencé a desayunar.

Me fui al trabajo y aguanté como pude hasta la hora del almuerzo. Esta vida era insoportable. Aburrida, inalterable. Me parecía como si estuviera encerrada en una cárcel, y los barrotes fueran el trabajo en el piso, y las paredes de esa cárcel las personas a las que veía todos los putos días. Pero era viernes y tras unas horas de esa mierda de trabajo que tenía, podría ser libre, y volar con la única persona que podría rescatarme.

Eran las 8:00 y pensé que hoy no tenía ganas de levantarme, que iba a quedarme a dormir y que se fuera a la mierda el trabajo. Pero claro, era lo que pensaba todas las mañanas.¿A quién iba a engañar?¿A mí mismo? Sabía que me iba a levantar, y mientras seguía pensando qué hacer, ya estaba desayunando. Algunas veces no soportaba que mi cuerpo fuera por delante de mi mente, aunque claro, es lo que ocurre con la rutina, cuando haces todos los días lo mismo. Pero hoy eso no iba a amargarme.

Era viernes y esta noche iba a ir a ver a mi chica, la única persona por la que merecía la pena mi existencia.

Tras el trabajo me visitó un amigo, de esos que no sabes como es amigo tuyo o cómo puedes aguantarlo, pero bueno, tiene que haber de todo en el mundo. Este amigo era un camello de poca monta, de los que venden de vez en cuando algo a algunos ‘amigos’. Pero poca cosa y a poca gente. A mí me había pasado un par de veces algunas pastillas, pero éramos amigos desde antes que empezara con eso.

Esa tarde vino y me dijo que le habían pasado alo nuevo, unas nuevas pastillitas llamadas ‘Draco’, que eran según él, alucinantes, en el doble sentido de la palabra.

Yo pasaba de probar drogas nuevas, pero hacía un par de semanas le salvé de un par de tipos dejándole pasta y me las quería dar de agradecimiento. Se puso tan pesado que al final me las guardé y nos fuimos a tomar algo. Pensé que, bueno, esta noche iba a ver a María, y bueno, algo más de ‘química’ no estaría mal..

Jose llegó a las 21:00, y yo le estaba esperando mientras hablaba con una amiga por teléfono. Se acercó y me dijo: ‘Princesa, ¿nos vamos?’. Cuando me decía eso me dejaba totalmente ensimismada, era suya completamente. Tras tontear un rato en el sofá salimos y fuimos a la discoteca donde habíamos quedado con la peña. Esta noche presentía que iba a ser inolvidable.

Tras encontrarnos con los amigos empezamos a beber y a bailar como locos. La verdad es que ninguno sabía bailar, pero que mas daba, nos lo pasábamos en grande haciendo el tonto y pegando saltos.

Habían pasado un par de horas desde que llegamos cuando me acordé de las pastillas. Agarré a María de la cintura y nos fuimos a la otra esquina de la discoteca. Claro está, nuestros amigos pensaron que nos íbamos a dar el lote.

Al principio, cuando me enseñó las pastillas me dieron ganas de matarlo. Otra vez había estado con Dani, ese camello desgraciado. Ya habíamos tomado pastillas un par de veces, pero la verdad es que a mi no me sentaban muy bien, y probar pastillas nuevas no me agradaba mucho.

Jose insistió. Estaba poco animado esa noche, y cuando empezó con los mimos me convenció. Nos las tragamos y volvimos con el grupo.

Eran las 4:17 y todo me daba vueltas. Me habían sentado regular otras veces las pastillas, pero no como ahora. Las paranoias que venían a mi mente era como si se fundieran con el cuerpo y me quemara por dentro. Era un mareo, un vértigo y un malestar que no había sentido nunca. Mi único consuelo, mientras me retorcía de dolor en el baño de la discoteca, era que a María no parecía haberle sentado mal. A ella le pegó el subidón hacía una hora y después, simplemente se quedó más relajada. Yo llevaba ya 25 minutos sin poder moverme de allí.

Pasaron otros cinco minutos antes de que uno de mis amigos entrase y me viera. El muy cabrón empezó a reírse y se fue hacia fuera. Pasaron otro par de minutos y entró con dos amigos más, ya sin reírse y con una cara de cabreo impresionante. María le había contado lo de las pastillas. Me levantaron y me llevaron fuera, y tras ver que no mejoraba y que me empezaron a dar escalofríos y temblores por todo el cuerpo, me llevaron al hospital. De camino me quedé dormido y no recuerdo más.

No podía creerlo. Llevábamos 40 minutos esperando en el hospital cuando salío ese doctor y me dijo que Jose había muerto. ¡Muerto! Me explicó con palabras técnicas que era una droga muy fuerte y que mezclada con alcohol el resultado era explosivo. ¡Yo había tomado también!, pero a mí no me afectó igual. El médico achacó eso a la cantidad de alcohol que había bebido, sólo un par de copas en toda la noche, y a que no estaba bebiendo cuando tomé las pastillas.

El mundo se me vino encima. ¿Por qué se había ido y no me había llevado con él?¿Cómo soportar mi vida sin Jose, si él era lo único que me hacía levantarme por las mañanas? Pensé en suicidarme. Lo pensé mucho, pero sólo eso. Todavía hoy, tras 3 meses sigo pensando que no tengo nada sin él. Estoy en una cárcel que es mi vida, y el único que podía rescatarme ha muerto, y mi esperanza con él. Algunas veces pienso que debería tomarme un puñado de esas pastillas que se lo llevaron, pero sería un castigo muy rápido. Merezco sufrir por no saber decir que no, por ser una cría inconsciente. Yo tuve parte de culpa en su muerte y por eso debo seguir con esta mierda de vida, hasta que llegue lo que deba llegar.


La belleza de la dama

palideció con el estruendo

y la furia del encuentro

de la cadena con la espada.

Pero ésta no cedió

y permaneció en su exilio

con la custodia del dolor

tras la muerte del caballero

por el furor del dragón.


(Lógicamente hoy no hay porcentaje de verdad)

lunes, noviembre 07, 2005


Cayó en el agua y se hundió, como las pesadas losas puestas en el cementerio.
Y desde lo más profundo observaba el mundo. Tranquilo, impasible. Con la calma
que da alcanzar el vil distino. Susurraba y las olas traían su lamento ... lloraban.
El mar se enfurecó por momentos y estalló. Eran los gritos ahogados por una
época por olvidar. Los dioses se morían, y a su vez, los hombres perecían.